Todos los años me repito, todos los años me lo digo, todos los años me sorprendo.
En este 20 de enero, recopilar y ver estos 365 días pasados se me hace un poco más obligatorio, sobre todo por ese pequeño tripulante que capitanea las mañanas al son de sus risas y sus ojos.
Sí. Es importante. No es lo único, pero sí lo más importante, y por eso lo digo y lo escribo aquí, no sin impresionarme todavía: he sido madre y es mi primer cumpleaños después de serlo.
Este último año ha pasado volando porque ahora el tiempo lo medimos en otras dimensiones. Las prisas y las rutinas se han acelerado, todo va muy deprisa, pero a la vez hay una calma serena, traducida en momentos de paz infinita y reposada como nunca antes había tenido. Hace unos días, en casa, uno de tantos «ya viene mamá» tan cotidiano y extraordinario, me hizo darme cuenta de lo mucho que me emociona esa frase única y normal. El poder de las palabras que desde siempre adoro, y que en este caso, tanto significa y tanto abarca.
En resumen, todo sigue igual pero como nunca, y simplemente por eso la celebración es aún mejor. Ha sido un año de desafíos que, además, me ha demostrado la mano que tengo al lado y que me sostiene cada día. Estamos preparados para lo siguiente, y con el rumbo hacia adelante, así que vamos a celebrar. He hecho croquetas, Tondonia llena las copas y tengo el mejor ayudante para soplar unas velas preciosas.
Treinta y tres, pasad que os estábamos esperando.