Postales de verano

Agosto está terminando, la rutina vuelve poco a poco y la melancolía del final llega con los últimos calores. Vienen las despedidas con atardeceres más tempranos y esa sensación que nos recorre la espalda viendo venir septiembre.

Mi verano se termina con días bien aprovechados y otros dados al dormir y las siestas sin reloj. Hay quien se recorre medio mundo durante las vacaciones para escapar donde sólo el tiempo libre te deja. Yo este año no he viajado, sólo he vuelto a casa, a la familia, a las comidas eternas y la tranquilidad.

Sentir que cuando vuelves, todo encaja. Como si nunca te hubieras ido.

Madrugar para despertarte a las 10, o las 11 o las 12. Café granizado y leche preparada. Las calas del Faro. Sandía en cantidades industriales. Arròs amb costra. Ensaladas de cualquier tipo. Boquerones. Coca de mollitas. La sal del mar. La arena en los pies. El sol. Jugar al Uno en la piscina. Comer pipas como si se acabaran. Agua limón. Intentos de aprender a coser a máquina. Leer como única tarea importante.

Y entonces el poble. Les festes, la emoción del Misteri. La memoria. La pólvora, el oropel y el olor del jazmín. Ese nosequé inexplicable que vuelve cada 13, 14 y 15 de agosto y me remueve todo hasta los cimientos.

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Y para cerrar, la segunda familia. Celebrar los amigos.

Villa Albatros y la hospitalidad por definición. El Sento. Ménade. Las risas. Borracheras viendo amanecer. Resacas de piscina. Siestas con el sombrero en la cara. Más sandía. Usar la reflex para recordar. La complicidad. La cocina por diversión, las copas por tradición. Los brindis, las risas. Hablar de la vida y entenderse con una mirada. Fotografías. Planes de futuro. Vídeos. Más risas.

Ahora sólo me queda guardar en el bolsillo todos los recuerdos que me quepan, para poder tenerlos siempre a mano.