Las cifras, los números y las edades empiezan a coincidir, pero como de costumbre, a mi no me sirven de avisos, ni me pesan las solemnidades. Más bien al revés.
Cada año es el mayor logro que se puede cumplir. Aún con todo. Cada día, cada hora y cada minuto deberían ser de celebración continua. Así que comencemos, que esta vez son 31 y, aunque los 30 han sido de traca ilicitana, no vamos a ser menos con el que llega.
Eso sí, a partir de ahora, yo ya sólo quiero seguir debiendo bailes.