St. Vincent, poesía eléctrica

Que St. Vincent vuelva a Barcelona para presentar Strange Mercy en concierto, ya es cita obligada, pero después de ver la barbaridad que sale del cuerpecito de Annie Clark, sólo queda aplaudir.

Con 20 minutos de retraso y la impaciencia de la gente a flote, salió tan tímida, que solo saludó con un escueto «hola» después de colocarse frente al micro y arrancar un setlist tan brutal, que a la tercera canción y dos sonrisas después, se le habían perdonado todos los retrasos.

Annie Clark, esta morena de cara pálida y voz tranquila, es nervio puro. Ella sola se come y maneja el escenario a su antojo, llevando al público en bandeja con cada uno de los riffs que se marca acompasados a sus movimientos espásmicos y perfectamente coordinados. Si no la conoces, piensas «esta tia está fatal«, pero son sólo sus empeños en conquistarte.

Con sus pasitos de geisha desequilibrada (no puede dejar de mover las piernas en todo el concierto) va acariciando el micro sin dejar de bailar y contagiar su hiperactividad a cada acorde que toca. No es que vaya cogiendo intensidad, es que empieza fuerte y poco a poco va alcanzando unos niveles de brutalidad que se traducen en las veces que se atusa el pelo y solo vemos rizos negros explotando en energía.

Por ser justos faltó un poco de entusiasmo con Cruel, temazo indiscutible que se vio flojete en comparación con el resto. Destacar Northern Lights que fue absolutamente genial, desde la presentación de la canción hasta el final con el theremin echando humo.

Además, nos regaló una versionaca de The Pop Group que ya tocó en Fallon (como no), de She is Beyond Good and Evil.

Pero si ya empezaba fuerte, tenía que terminar aún mejor, así que como ya viene siendo costumbre en sus conciertos, se tiró al público a surfear entre fans deseosos de cogerla (un apunte: además del culo hay que sujetarle los pies si no queremos que se descuajaringue contra el suelo), mientras intentaba cantar Krokodil, poniendo un pre-cierre antes de los bises a este festival de la enormidad.

Atención al momento en el que consigue ponerse de pie encima de la marea.

Muy grande todo.