Que Mylo Xyloto es un capricho todos lo sabemos. No es un disco más ni es un disco menos, solo es la continuación de la historia de un grupo que ya ha hecho grandes cosas como para seguir tomándose en serio. O eso nos quieren hacer creer.
Que les comparen con otros grupos no tiene sentido, como tampoco lo tiene decir que Coldplay se han convertido en una malformación de lo que fueron Parachutes y A rush of blood to the head, porque si así fuera, no tendríamos ese momento en el que el tiempo se para cuando suena el arranque de Fix You, y se nos acelera el pulso sin poder remediarlo.
Lo que sí es de mención es ese cartel de sold out, en apenas unas horas, de un concierto de presentación que se iba a retransmitir en directo, desde casa, calentito, con el vaso de leche al lado.
Pero es Coldplay.
Es Anton Corbijn haciéndonos la boca agua con una realización impecable para aquellos que lo vimos agarrados a la manta envidiando a todos los que soportaron agua y el frío helado de Madrid.
Es una hora y media en la que tienen que caber cuatro discos muy grandes, dejando paso al nuevo, al novato en el que la gente escucha, y deja reposar el poso de las letras de Charlie Brown, o Paradise, o respeta y retiene las ganas de cantar el ritmo de la noche en Every teardrop is a waterfall.
Es escuchar Yellow, o Clocks, o incluso Viva la Vida y no poder evitar sonreír.
Pero sí, es muy cómodo decir que Coldplay es mainstream, para qué nos vamos a engañar.