Por regla, un segundo disco debería definir la línea que un grupo va a seguir durante su carrera. Pero en realidad, si un disco es algo redondo e independiente, condicionado por las experiencias y sensaciones de un tiempo determinado, no sería justo hacer comparaciones.
Pero el sol sale por el Este y cada lanzamiento es una oportunidad de adorar o machacar.
Y Best Coast vuelve con The Only Place, un disco sin segundas intenciones ni pretensiones. A la primera escucha ya se percibe una pureza de sonido que a muchos les ha sonado a aberración, echando de menos esa suciedad del lo-fi que tanto marcó Crazy for you y que automáticamente etiquetó a Bethany Consentino y a Bobb Bruno.
Es un álbum fácil porque se escucha sin tener que analizarlo, y sin embargo no es tan caprichoso como el primero. La melancolía de temas como How they want me to be, se posa lentamente sobre el recuerdo del sonido happy surfero. Betts ha crecido vocalmente pero al mismo tiempo se ha dejado la inocencia del principio, dando permiso a canciones lentas de voz lánguida.
Y por si fuera poco quiere que la gente escuche el disco mientras come yogures o «hace bebés». Así. A pelo. Y eso que ha dejado la hierba…
Yoghurt, sun, and make out.
Eso es el disco de Best Coast. Eso y un te quiero gigantesco a su adorada California.
Por eso, aunque para algunos este no llegue ni a aprobado raspado, es un disco bonito, con sonido pulido sí, ¿y qué? No se pierde frescura. Ese estilo de maravilla recién sacada de la nada nunca dura para siempre y cuando el boom se acaba, solo queda saborear las melodías.
Y para melodías, esta versión de Storms de Fleetwood Mac que se marcaron en Los Ángeles la semana pasada.